Títeres A-Garrapata El espíritu animado
ENTRE VARIEDADES Y PLACERES
Basta ver esos objetos sacados de contexto que se iluminan de significado,
que destrozan cualquier trama conceptual sobre su propia condición.
Mauricio Kartún
En la variedad está el placer. Un dicho popular con tantos matices, verdades y juicios. En el siguiente texto, encontrará algunas reflexiones basadas en este dicho, enlazadas en el mejor de los casos con el arte del títere y su presencia en mi vida a través de Títeres AGarrapattta, el grupo que dirijo desde el año 2007.
LA FELICIDAD
Vivo para aprender, por sobre todas las cosas, a ser feliz. ¿Y qué es la felicidad? Para no ahondar en un tema tan extenso como esquivo diré que la felicidad –aquí y ahora- es un estado pasajero de plenitud al cual accede cualquier ser vivo en cualquier momento de su existencia por una sensación de infinita sincronía con el contexto que lo rodea. Va más allá de las emociones, pues creo que se puede experimentar ese estado en medio de la tristeza o la alegría o de cualquier emoción. Yo vivo esa plenitud cada vez que me encuentro siendo parte de un títere, parte de una energía vital que hace que uno o más objetos estén (produzcan la ilusión de estar) vivos. Cuando descubrí que eso me pasaba dediqué mi vida a aprender a ser un buen titiritero. Llevo varios años en ese aprendizaje y cuando lo hago sigue apareciendo el estado de felicidad. Siento un placer más allá de lo humano al animar un objeto para dar presencia al títere. Realmente me encanta hacerlo, es mi pasión.
Me considero afortunado de haberlo descubierto, aún más de poder hacerlo y mucho más de vivir con dignidad haciéndolo. Creo que todos los seres humanos venimos a éste mundo a aprender a ser felices, y por el oficio que me brinda esa posibilidad, creo que los objetos son mis grandes aliados para lograrlo, de infinitas y variadas maneras. Incluso es mi parecer que la relación que hemos establecido con los objetos, sobre todo ahora que la realidad virtual se acerca con tanto ímpetu, nos reta a entenderlos, a entendernos, a conocerlos y a conocernos, convirtiéndolos en potenciales cómplices de la felicidad de cualquier ser humano. No por consumo o por acumulación, sino por ayudarnos a canalizar nuestros más íntimos deseos, sueños, proyectos, dones y/o pasiones.
LA MONOTONIA
La felicidad es pasajera por naturaleza, y por la facilidad que tenemos de aburrirnos. Sobre todo en nuestro tiempo y en las ciudades donde cada vez parece que corre más rápido y simultáneamente nos parece que pasa más lento. El tiempo no alcanza para hacer lo que queremos y cinco minutos de espera nos parece eternos. Una buena obra nos parece que dura poco y una aburrida nos parece interminable.
La vida es aburrida cuando domina en nuestra vida la rutina, la monotonía y la repetición de patrones que producen pérdida de frescura, de novedad y del elixir de la vitalidad: la sorpresa (ligada a la fantástica incertidumbre). Cuando lo que domina en nuestra vida es la sensación de estar viviendo LO MISMO una y otra vez es que cobra vigencia el dicho popular: en la variedad está el placer. Son diversas las ocasiones en las que deseamos ser otro o experimentar la vida de otros o incluso vivir otra vida; saber la intimidad de otros y encontramos el placer en el chisme y la especulación sobre otras vidas que no sean las nuestras; o por eso, en ocasiones, deseamos la mujer del otro u otra mujer que no sea la que está a nuestro lado fantaseando como sería salir de esa rutina que nos hace sentir “atrapados”; o por eso llanamente sentimos que la vida no tiene sentido y nos aburre lo que vivimos y quienes somos, contemplando incluso acabar con el aburrimiento acabando con la vida misma.
Es más fácil decir que la vida carece de sentido cuando somos incapaces de hallarlo en nosotros mismos enfrascados en un solo lugar, en un solo estado, en una sola experiencia que no nos brinda placer ni felicidad. La vida del objeto, el títere, no es menos difícil pues desde que aparece se encuentra haciendo todo lo que puede con el apoyo de su animador/manipulador para conectar al público y que complete la farsa de su vida de manera verídica y poderosa.
La dimensión estética -incluido el arte, y por supuesto a los títeres- es en buena medida la que permite a la humanidad asumir la vida como una experiencia estética que produce entre otros estados, la felicidad. Dimensión que hace que cada uno de nosotros esté en una permanente búsqueda de armonía con su entorno a través de decisiones, acciones y experiencias. Desde las más banales hasta las más profundas de la existencia: la manera en que organizamos el cajón de las medias hasta la manera en que construimos nuestras relaciones con otros.
La dimensión estética nos permite organizar el mundo a nuestro alrededor y convertirlo en un mundo armónico y a nuestro gusto en nuestro interior. ¡Por eso la importancia del arte y del artista en toda sociedad! Esta dimensión es la que nos permite como camaleones, reconociendo y aceptando nuestra esencia, cambiar el rumbo o nuestra mirada hacia la vida cuando aparecen los conflictos, la monotonía o al aburrimiento.
VARIEDAD, TITERE Y MISTICISMO
En mi mundo interior, arte y espiritualidad van de la mano, así como títere y misticismo. Esa visión puesta en escena a través de nuestras obras, diferencia al proyecto estético de AGarrapattta entre la variedad de propuestas titiriteras en nuestro entorno. Como dice Kartún la función del artista ha sido siempre la de romper el límite de todo concepto, extender las fronteras más allá de las cuatro paredes que nos encierran en la costumbre, en las normas, los cánones; y plantear constantemente la existencia de vida más allá del logos. Como proyecto estético creemos y creamos desde una concepción animista y mágica del mundo que nos rodea, entendiendo que el títere es un cómplice poderoso para conectar humanos más allá de la razón, en el más acá de los espíritus y su realidad metafísica y trascendental.
Cada día me pregunto sobre esa felicidad que me produce el ser parte de la vida de los objetos y la felicidad que esto genera en las personas (o espíritus) que experimentan nuestras propuestas como público. En el fondo pienso que tiene mucho que ver con la sensación de VARIEDAD y la variedad de sus variedades. Siempre he creído que el arte no da respuestas, ofrece preguntas y brinda la oportunidad de que cada quien se las responda como quiera. Esto tiene que ver con la premisa de que el arte se basa en la LIBERTAD y la posibilidad de vivir de infinitas maneras buscando la armonía individual y colectiva.
En el lenguaje de las artes visuales la variedad es un principio de diseño para la composición de una imagen. La variedad en la imagen habla de la diferencia, la necesidad de que existan diferentes elementos visuales – formas, colores, líneas, figuras, etc – en una composición. Otra manera de llamarlo es el contraste. El contraste puede ser sutil y mínimo o fuerte y máximo por decisión del creador. La variedad en el lenguaje visual va siempre de la mano de otros dos principios: el énfasis y la unidad. El énfasis habla del foco principal, del protagonista en la imagen, el elemento visual dominante en la composición. Y la unidad nos permite ver una combinación compleja de elementos, principios y medios como un todo completo.
Estos mismos principios son fáciles de trasladar a la composición de imágenes en el teatro en general, en el teatro de títeres en particular ya que como lo dice Ana Alvarado, se parte de la hipótesis de que el teatro cuyos protagonistas son los objetos, es un teatro en el que la imagen plástico-visual es constituyente del texto principal (2015). La variedad como principio fundamental de la diferencia y las posibilidades de armonía que en ella radican me conectan con la felicidad que producen en mi la vida de los objetos. Una diferencia trágica en la aparición del títere: el objeto está muerto y tanto el público como yo, estamos vivos. Yo muero a través del objeto y este vive a través mío y a través del público. Esa es la diferencia (variedad) más contundente y poderosa que ofrece el teatro de títeres como arte, que a través del énfasis en el objeto crea una unidad metafísica llamada títere.
La co-presencia del objeto y el actor, ese sistema de convenciones una vez es aceptado como vida del objeto por el espectador, es lo que llamo títere. Sucede en el momento exacto de sincronía entre las tres partes, un presente efímero y poderoso como la felicidad o la sensación de libertad. El títere nace del encuentro entre las tres fuerzas - objeto, actor y espectador – y su presencia depende del énfasis y la unidad que produzcan las dos primeras, pero su fuerza radica en la tercera. El títere, esa fuerza vital en que se transmuta el encuentro, se instala en un espacio intermedio entre la variedad de fuerzas y energías, aparece y desaparece a través del placer que pueden sentir las mismas al momento de sincronizarse.
En este espacio intermedio donde aparece el títere el tiempo se afecta y se torna más lento por su condición natural de encuentro. Como el acople de una pieza a la estación espacial orbitando en movimiento, del cual depende la vida de toda la tripulación. Este tiempo que señala la duración de la pieza, puede variar, acelerándose o ralentizándose de acuerdo con los deseos y necesidades de los creadores o de la pieza que se ejecute (Gené, 2015). En el caso del títere se ralentiza y a través de este efecto, el ritmo y el pulso del universo titiritero también se ven afectados y deben ser tenidos en cuenta por el dramaturgo del teatro de títeres y objetos.
En un sentido dramatúrgico, el ritmo es lo que permite que la mente del espectador fluya de un foco a otro sin cansarse, generando sorpresas, intrigas inquietantes, respiraciones, subidas y bajadas de la tensión dramática (Gené, 2015), la cual en el teatro de títeres incluye la tensión inherente a la co-presencia, a las convenciones creadas frente a la vida del objeto. La dramaturgia del teatro de títeres tiene tantas particularidades como su puesta en escena. Como lo describe Kartún si el actor encarna el trabajo del dramaturgo tradicional –lo pone en carne- el titiritero lo materializa (2001).
La variedad en el teatro de títeres aparece también como las infinitas posibilidades dramatúrgicas y plásticas de crear ese espacio intermedio para la co-presencia y la sincronía con el espectador: relaciones, distancias, tamaños, formas, proporciones, espacios, etc. En un rango muy amplio desde la caja misteriosa y sus miniaturas hasta las marionetas gigantes. Desde la animación con el dedo hasta la animación con grúas y un equipo de decenas de personas. La duración puede ser de 1 minuto hasta horas o días (como en el tradicional teatro javanés). En términos dramatúrgicos desde el clásico espectáculo de variedades con marionetas hasta elaboradas y siniestras puestas en escena del Periférico de Objetos, solo por poner unos ejemplos.
Me adhiero a la visión de Hernán Gené sobre la diferencia dramatúrgica entre un número, sea de títeres, de payasos o de cualquier otro lenguaje escénico y un espectáculo, diciendo que mientras que en la dramaturgia del número prima la personalidad de los payasos, en este caso del títere, en un espectáculo es la historia que se cuenta la que hace que esa personalidad llegue al público en toda su dimensión. Los conflictos en un espectáculo se multiplican mientras que en un número basta con que haya uno o dos para dar ya pie a un sinnúmero de gags o situaciones cómicas (2015). Como una posibilidad dramatúrgica intermedia son comunes los espectáculos compuestos por números, como lo son los varietés de nuestros días.
En el caso de dos espectáculos de AGarrapattta Títeres y Payasos, se hace una dramaturgia en los dos sentidos. Ambos espectáculos se basan en la idea del circo como espectáculo de variedades y se presentan números dentro de los espectáculos. Al mismo tiempo narran una historia que involucra a dos personajes dentro del circo como espectáculo. Son dramaturgias que exploran la meta teatralidad como apuesta e instalan el ritmo del teatro de variedades dentro de una historia que los contiene.
El Circo del Aguante cuenta la historia de un payaso que recuerda sus mejores momentos y experiencia en su trasegar por la vida del circo y comparte su nostalgia al momento de retirarse y la alegría de dejar su legado a un payaso que comienza su carrera artística. En El Circo de la Nada se cuenta la historia de un payaso sin circo que encuentra la oportunidad de participar en una audición -pretexto para presentar los números- para un nuevo circo, creado y dirigido por un chimpancé quien después de una larga trayectoria artística se retira buscando ser autónomo e independiente. En ese sentido la meta teatralidad presente en el lenguaje de AGarrapattta convierte el conjunto de números en ambos espectáculos en algo diferente al teatro de variedades, aunque en su estructura exista una secuencia de números.
Ambos espectáculos proponen desde la relación entre objetos y humanos, la posibilidad al actor-titiritero de vivir lado a lado con el títere una vida intermedia donde la co-dependencia con el objeto se hace evidente. El sistema de convenciones –títere- se crea a partir de la idea de evidenciar el mismo sistema en ambas puestas en escena. Proponen un espacio intermedio donde el espectador puede compartir las alegrías, tristezas, logros, fracasos, engaños y verdades tanto de los objetos como de los payasos para disfrutar, ojalá, ese efímero y poderoso estado de plenitud llamado felicidad.
Esa felicidad propia (y de cada espectador) a pesar de la repetición en cada función, aparece con la misma intensidad porque el títere - la vida del objeto - siempre varía por la energía y disposición del público que siempre es diferente, porque que en la variedad del público está nuestro placer.
Edgar Cárdenas
Director AGarrapattta Títeres y Payasos
Bogotá, Agosto - 2019